Conmoción en Corrientes: Muere quemada una Maestra Rural que ayudaba a apagar un incendio de un campo

En el pueblo de Mariano I. Loza, conocido por los lugareños por Solari (el nombre de la vieja estación de tren) despiden con mucha tristeza a Cindia Mendoza, maestra y directora de la escuela rural 919 del paraje Alem Cué, que murió quemada luego de tratar de ayudar a su padre a apagar el fuego que bordeaba la estancia San Rafael en la que trabaja como capataz.
El lunes pasado, cerca del mediodía, cuando el calor acechaba más intenso que nunca, un llamado desesperado de su padre en pedido de auxilio porque las llamas ya estaban cerca del campo para que buscara ayuda para combatir el fuego. La maestra, de 30 años y que se encontraba aun de vacaciones, no dudó en ir en su moto.
Al rato, en su moto, también llegó Luis su primo para colaborar. Sin embargo, en ese instante, el viento arremolinó las llamas y el fuego le jugó una mala pasada a la maestra rural: quedó inmersa dentro de un foco del que no pudo salir más. Solo un tiempo después, encontraron a la joven desvanecida por inhalación de humo y con graves quemaduras en su cuerpo. Fue Luis quien la tomó en sus brazos y la sacó hacia afuera. Si bien inmediatamente la llevaron al hospital de la vecina localidad de Mercedes, no hubo mucho por hacer. Allí, los médicos confirmaron que su cuerpo tenía más del 80% quemado y falleció cerca de medianoche.
Según describe Luis , había viernes que se pasaba hasta ocho horas en el camino rural hasta que una camioneta la alzaba; caso contrario caminaba varios kilómetros hasta otro punto, donde había más posibilidades de hacer dedo. “Tenía un gran don de enseñar y esa vida de maestro rural es la que eligió. Eso estuvo en su mente siempre. Solo los que tienen esa vocación como Cindia, son capaces de entregar su vida por sus alumnos, para eso se formó”, detalla.
“Siempre estaba dispuesta a ayudar a sus padres, de festejarle el cumpleaños a sus sobrinos que por necesidades económicas no podían hacerlo. Siempre positiva, tratando de colaborar con su familia”, agrega.
Cuando llegó al paraje, Cindia vio las dificultades que tenía el establecimiento rural y, lejos de rendirse, se propuso provocar al destino y cambiar las adversidades del lugar por felicidad. Su vida en la escuela era desafiante todos los días.
“Era personal único y tenía 15 alumnos a su cargo de todas las edades. Con ellos compartía el desayuno, el almuerzo y la merienda, eran su familia. Creó lazos con toda la comunidad del paraje. El otro día, su supervisora decía que ella levantó la escuela, la comunidad, el paraje, con diálogo, con su alegría, con su sonrisa, con sus sueños”, recuerda.
Para esto realizó beneficios con toda la gente del paraje y para poder comprar cosas como una cortadora de pasto. Iba a las ferias y exposiciones de otras ciudades y ponía un puesto para vender yuyos medicinales para el mate como poleo, burrito y marcelina, conseguir plata y poder poner más linda a su escuela. “Hacía locro y empanadas que vendían para recaudar fondos y que a los chicos no les falte nada, ningún material. En fin, su afán era que sus alumnos tengan sueños como ella una vez los tuvo. Siempre soñó a lo grande”, finaliza.
Con Información de La Nación.
Tiempo atrás, la maestra rural Cindia Mendoza, bordeadora en mano, cortaba el pasto y emprolijaba el patio de la escuela rural donde trabajaba.